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Se vence a los demonios mirando a Dios

La pastoral de liberación en la Iglesia ha sido un ministerio fundamental desde sus orígenes. Jesús, en su vida pública, mostró su poder sanando y liberando a quienes estaban bajo el yugo de espíritus inmundos, confiando esta misión a sus apóstoles y a sus sucesores, los ministros ordenados. Este ministerio ha transitado por diversas etapas históricas, enfrentándose a desafíos y profundizando en la comprensión de fenómenos extraordinarios como las afecciones demoníacas.


La lucha espiritual y el rol de la libertad humana

Un tema recurrente al abordar la demonología es la pregunta: ¿Por qué Dios permite estas manifestaciones malignas? La respuesta radica en la naturaleza misma de la libertad que Dios ha otorgado a sus criaturas. Aunque el mal uso de esta libertad puede generar sufrimiento, Dios, en su justicia, permite estas experiencias para que, mediante la acción del Espíritu Santo, se conviertan en oportunidades de gracia y redención.


El centro de la batalla: Dios como protagonista

Una enseñanza esencial en este campo es que los demonios son vencidos al dirigir nuestra mirada y oración hacia Dios, no al concederles atención. Esto ha sido enfatizado en varias ocasiones por el Papa Francisco, quien nos recuerda que los demonios buscan protagonismo imitando a Dios y tratando de ocupar su lugar. Sin embargo, nuestra vida debe estar centrada en Dios, y nuestras oraciones de liberación deben siempre dirigirse a Él.

Un exorcismo o una oración de liberación no consiste en dialogar con los demonios, sino en alabar a Dios y proclamar su victoria. Los demonios no soportan un ambiente donde Dios sea el centro, y su derrota se hace evidente en la medida en que la alabanza y la adoración ocupan el lugar que les corresponde.


La verdadera naturaleza de los demonios

En su esencia, los demonios son seres espirituales que fueron creados por amor y para amar, pero rechazaron el amor de Dios en el instante de su creación. Este rechazo los ha llevado a una existencia marcada por el vacío y la mentira. Al no poder experimentar ni dar amor, buscan de manera patológica perturbar y distraer a los seres humanos de su relación con Dios.

A menudo, los demonios actúan de manera oculta, causando daño sin revelar su presencia. Sin embargo, en enfrentamientos directos con ministros de la Iglesia, su derrota es inevitable, ya que en Cristo está la victoria definitiva sobre el mal.


Los contextos culturales y la misión evangelizadora

En algunas culturas donde no se conoce a Cristo, los demonios establecen regímenes de terror, controlando a las personas mediante prácticas religiosas basadas en el miedo y los sacrificios. Ejemplos de esto se encuentran en tradiciones animistas, hinduistas y precolombinas. Sin embargo, donde llega el mensaje del Evangelio, los demonios pierden su influencia y se ven obligados a ocultarse.

Es aquí donde la misión evangelizadora de la Iglesia cobra un significado trascendental: llevar la liberación y la luz de Cristo a todos los rincones del mundo. Como lo expresó San Pablo, anunciar el Evangelio en lugares donde Cristo no ha sido conocido es un mandato que continúa vigente.


Texto en base a entrevista al p. Javier Luzón Peña, sacerdote católico nacido en 1952, conocido por su labor como exorcista y por su contribución a la teología y la pastoral

 
 
 

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